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El Perro del Diablo: Historia de Terror

El Perro del Diablo: Historia de Terror

Yo no creía en eso de la ouija hasta que lo vi con mis propios y no creerás lo que te voy a contar.

Hace unas semanas, tuvimos que contratar a una nueva niñera, todo parecía ir con normalidad y las niñas parecían haberse acostumbrado a ella. Pero todo cambió cuando comencé a notar que algo extraño estaba sucediendo al interior de nuestra casa.Estábamos un tanto desesperados, porque María, la persona que trabajaba para nosotros al cuidado de nuestras hijas, la niñera, de un día para otro renunció sin dar explicaciones.

Llevaba poco más de 2 años con nosotros y jamás tuvimos un problema con ella.

Así que rápidamente tuvimos que contratar a alguien mediante una agencia de empleos, ya que por razones obvias, nuestras niñas, no podían quedar solas en la casa.

La primera semana todo transcurrió bien con la nueva persona, hasta que comencé a notar que algo no andaba del todo bien.

Yo tengo por costumbre, el guardar alimentos congelados en la nevera que se encuentra en el sótano de la casa, ya que me permite ahorrar en cierta medida.

Mensualmente, me encargaba de revisar que no faltara nada e iba reponiéndo lo que se consumía.

Esa semana en particular, había comprado todo tipo de carnes, ya que se venían las fiestas de fin de año y tenía que aprovechar que los precios aún se mantenían bajos.

Unos días después, fui a la nevera a buscar algo y noté que faltaban unos cuantos kilos de carne. Lo consulté con mi esposa y ella me decía que seguramente yo estaba confundido.

Me quedo la duda de que si la nueva niñera tenía algo que ver con el extraño suceso.

Esa vez, hice la vista gorda y lo dejé pasar, pero con el correr de los días, note de que cada vez faltaba más y más piezas de carne.

Definitivamente alguien se estaba robando la comida y la principal sospechosa era esta mujer, ya que era la única persona ajena a la familia y que tenía acceso a la nevera.

Para estar completamente seguro, decidí inventariar todo y llevar un control exacto de lo que ingresaba y salía de aquella nevera.

Pasaron unos 3 o 4 días y fui a comprobar la nevera nuevamente y la sorpresa fue enorme.

Faltaban 6 kilos de carne congelada y un pollo entero.

Así que esa misma tarde, encaré a la señora Marta y le expliqué que todos pasamos por necesidades en algún momento de la vida y que su actuar no era el correcto.

Todo habría sido diferente, si me hubiera pedido ayuda y yo no se la habría negado, pero ahora la confianza se ha roto y tendré que despedirla.

Ella me insistía en que jamás se robaría algo, pero yo no le creí.

Aún me siento mal por haberla despedido de esa forma…

Al día siguiente me mandaron a otra persona desde la agencia y me aseguré de que sus antecedentes fueran de lo más fiable.

Todo iba bien durante esos días, pero la situación se estaba tornando un tanto extraña.

Fue cuando baje al sótano para ir a buscar unas latas de cerveza y de pura curiosidad, abrí la nevera para ver si todo se encontraba en orden.

Esta vez faltaba el pavo que tenía congelado para Navidad y 6 kilos más de carne.

No podía ser!

Un tanto ofuscado por la situación, Le pedí a esta persona que me diera sus explicaciones, pero ella me decía que yo estaba cometiendo un error y que ella no había sido quien había sacado los alimentos de la nevera.

Se me acercó al oído y mirando para ambos lados, con la clara intención de no quería que nadie mas escuchara y me dice con un tono bastante misterioso.

-- Es el perro del diablo –

-- ¿Que? – le respondí.

-- El que se está comiendo la carne de la nevera es el perro del diablo. --Me replicó.

-- Ya estaba perdiendo la paciencia, le solicite que tomara sus cosas y que en ese preciso momento se largara de nuestra casa y que no se molestara en volver.

La señora tomó sus pertenencias y se retiró por el corredor murmurando quién sabe qué cosa.

Esa misma tarde, pasé por una cerrajería y le pedí al encargado que me fuera a instalar una cerradura para mi nevera. Ya no quería volver a pasar por lo mismo una vez más.

Aproveché de comprar todos los víveres que faltaban en la despensa y la nevera quedó completa hasta más no poder.

Esa noche me fui a acostar como de costumbre, pero no podía dejar de pensar en lo peculiar de la situación.

Poco faltó para quedarme dormido, cuando escuché un fuerte golpe proveniente del sótano.

Fui a coger el arma que guardaba celosamente en el armario y bajé sigilosamente por las escaleras, cargando entre mis manos aquel pesado 9mm.

A mitad camino, podía escuchar claramente como algo masticaba mientras jadeaba profusamente.

Cuando llegué al último peldaño, encendí la luz de la lámpara colgante y … grande fue mi sorpresa el ver que la puerta de la nevera se encontraba abierta de par en par y la cerradura estaba tirada en el suelo, hecha añicos!

Observé a mi alrededor y yo creo que mi ojos casi se desbordaron al ver el montón de restos de carne que se encontraba regada por el suelo, era como si estuviera presenciando una terrible masacre.

No podía creer lo que estaba viendo, aún se podía sentir el olor de la carne fresca que no había alcanzado a congelarse.

Había sangre regada por todo el suelo y restos de carne magullada y con una extraña sustancia gelatinosa que le cubría.

Gotas de sangre discurrían de la nevera dejando en mi perturbada cabeza una terrible sensación que presagiaba que algo terrible estaba por ocurrir.

Fue en ese momento en que se me vino a la cabeza, esa misteriosa frase que me había dicho a voz baja la mujer que acababa de despedir esa misma tarde.

…Es el perro del diablo….

Apenas terminaba de susurrar aquel abominable nombre, cuando por el costado de la despensa, Se deja caer estrepitosamente sobre el suelo, unas latas de conservas.

Apenas levanté la mirada, pude ver cómo se hacían notar dos enormes ojos rojos que ardían como la hoguera.

El sonido de las garras que rasgan la cubierta de aquella estantería, me puso en sobreaviso de que debía huir de ese lugar inmediatamente.

Di unos dos o tres pasos para atrás cuando esa cosa saltó velozmente en dirección a la nevera posándose frente a mí, con una actitud desafiante.

El terror que sentí fue tal, que me quedé paralizado, mientras él arma se desprendía de mi mano cayendo sobre el piso, sin poder hacer nada.

Sólo fue unos dos o tres segundos que me observó directamente a los ojos, para luego, dar media vuelta y adentrarse en algo a lo que podría llamarlo como una especie portal interdimensional, que se desvaneció cuando el rabo de la bestia cruzó completamente.

Quedé atónito ante tal suceso, aún tengo en la retina la mirada de la abominable Bestia.

Este animal, parecía ser una especie de perro, pero de un aspecto mucho más aberrante.

Era una mezcla entre un canino y una rata de gran envergadura. Su piel, tenía una tonalidad gris oscura, cubierta por escasos pelos que le daban un aspecto mucho más grotesco.

Por su hocico, relucían dos enormes colmillos, de los cuales, goteaba esa sustancia gelatinosa que se mezclaba con la sangre la carne que la bestia había engullido recientemente.

Ahí me quedé parado, sin poder dar crédito ante lo que mis ojos habían presenciado.

--

Esa noche, no pegué un solo ojo hasta que amaneció.

En una mano sostenía un vaso de whisky y en la otra el revólver que no fui capaz de manipular.

Llamé a María para tratar de averiguar si ella sabía algo sobre esto y si esa fue la razón del porqué había renunciado.

Ella me confesó que ésta cosa se apareció una noche en que ella se había quedado por tres días en la casa con las niñas, ya que nosotros estábamos de viaje atendiendo un negocio fuera del país.

Esa noche, ella había terminado sus quehaceres y las niñas ya se habían ido a la cama.

Estaba en la sala viendo la televisión mientras se tomaba una taza de té, cuando escuchó unos gritos que provenían de la habitación de las niñas.

Subió velozmente a ver qué estaba sucediendo y cuando abrió la puerta, vio a las niñas llorando metidas debajo de la cama.

Ella trató de calmarlas y las niñas le confesaron de que habían hecho algo terrible y que tenían mucho miedo.

Pero, qué era eso tan terrible que habían hecho mis niñas, le pregunté.

Ella bajó un poco la vista y me dice, estaban jugando con un tablero de ouija señor.A mi me dan pánico estas cosas y sólo me quedé esos días hasta que ustedes volvieran.Pero no tuve el valor para contarles, sólo esperaba que usted lo viera con sus propios ojos y que se decidiera a llevarse a las niñas de ese lugar.

Cielos, les juro que si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no le habría creído nada de lo que me decía.

Después de saber lo que había sucedido, opté por lo más sensato.

Abandonar esa casa ese mismo día para no volver jamás.El juego de la ouija es uno de los más peligrosos de los que se tiene conocimiento, ya que en manos inexpertas, podrían liberar abominables criaturas que habitan esos oscuros y decadentes planos alternos.

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